miércoles, 29 de febrero de 2012

LA PIEDRA BRUTA


Por Iván Herrera Michel

En el lenguaje simbólico Masónico, la Piedra Bruta representa el objeto sobre el cual debe aplicarse el Aprendiz para convertirlo en útil en la labor de levantamiento metafórico (interior y exterior) del primer Templo de Salomón, ya no en la ciudad de Jerusalén, sino dentro de sí mismo.

Este primer Templo arquetípico de Salomón, según la Biblia, fue construido en el siglo décimo A. de N. E., para reemplazar el santuario portátil elaborado durante la salida de los israelitas de Egipto con el nombre hebreo de mishkán (en latín, tabernaculum, que significa caseta), tenía una forma rectangular de 27 metros de longitud, 13.5 de alto y 9 de ancho, y a su vez había reemplazado a una carpa móvil, que colocaban en el centro del campamento cuando se mudaban de sitio.

El templo, en una innegable referencia solar, estaba orientado de este (oriente) a oeste (occidente), lo que se tomó posteriormente por la cristiandad como lo ideal para la construcción de sus edificios religiosos. De allí, con la introducción en Londres de un tercer Grado a la Masonería a finales de la década del 20 del S. XVIII, el relato pasó al simbolismo de los Talleres de la Orden Masónica. Un punto importante a tener en cuenta en esta filiación religiosa y simbólica, es que los israelitas según el mito bíblico se congregaban en el exterior del templo y no en el interior, al cual solo ingresaban el Rey y los sacerdotes.

Dada esta circunstancia, para la temprana Masonería Moderna del siglo XVIII los Masones no son reyes ni sacerdotes. Muy lejos de lo anterior, son los obreros que prefiguran en su mente un edificio futuro, pulen las piedras en bruto que habrán de utilizar, y las colocan “a plomo” (verticalmente) y “a nivel” (horizontalmente), erigiendo los muros de la obra imaginada, esperando con ella realizar una labor útil y trascendente para sí mismos y para la humanidad. Es decir, que son los simbólicos constructores del primer Templo de Salomón.

Los Masones, de acuerdo con las responsabilidades inherentes a sus cargos y oficios, son obreros y obreras que reciben un salario, y su sitio de reunión original en la Masonería de los Modernos es la cabaña que está a un lado de la construcción del templo. Es decir, en donde guardan sus herramientas, se reúnen en torno a ellas, ocupan sitio de acuerdo a su rol en la empresa constructiva y reciben sus salarios.

No obstante lo anterior, algunos estilos Masónicos han desarrollado una variante monárquico – sacerdotal que se escenifica bajo la presunción de que los obreros se encuentran en el interior de un Templo de Salomón ya acabado, y no en uno en construcción, y que estos estarían bajo las ordenes de un Venerable Maestro que representa una especie de sacerdote o de Rey Salomón, y no un Maestro de Obra.

En este trabajo colectivo y alegórico, es al Aprendiz al que le corresponde la tarea más básica del equipo, pero no por eso la menos importante, que es la de despojar de los pedazos más hoscos el material con el que luego va a seguir levantando la edificación de su propia vida, en una tarea en la que el método Masónico ha querido que él mismo sea el desbatador y lo desbastado, el refinador y lo refinado, el perfeccionador y lo perfeccionado, el obrero y el material. Es decir, simultáneamente el hombre y su ideal.

Por ello, es oportuno que en medio del boato y decorum de la Iniciación Masónica, que siempre estimula a fijarnos en lo importante de nuestra vida, al Aprendiz se le señale que en su labor primordial de pulimento es él, y solo él, quien posee el conocimiento exacto de las carencias, imperfecciones, virtudes y potencialidades de su carácter personal, y que a nadie más le está dado “pulirlas” ni fijarle sus expectativas de vida.

Entre otras cosas, porque las personas, al igual que sucede con las piedras brutas recién extraídas de la cantera, no poseen similar personalidad, sociabilidad, creatividad, inteligencia, Etc., y esta diversidad hace que la tolerancia frente a las diferencias sea un requisito sine qua non para la armonía de la construcción.

En este orden de ideas, el objeto de trabajo de un Aprendiz, de conformidad con el sistema de valores de la Masonería, será siempre el mejoramiento de sí mismo, y el fortalecimiento de su tolerancia y del respeto al otro. Es decir, el pulido de su propia índole, de su naturaleza y de su carácter privado para construir un yo más noble y mejor integrado en la sociedad.

Visto lo anterior, mientras un Aprendiz asiste a una Tenida, es bueno que interiorice la ficción de que el Templo a construir es su propia vida con sus diferentes alcances, y se acostumbre a sentir y pensar que el lugar en el que está, le convoca permanentemente a mejorarse a sí mismo, puliendo su Piedra Bruta, en tanto que unidad básica de su biografía personal y del desarrollo de su comunidad, desbastando con determinación y coherencia sus errores y defectos, con miras a reubicarse y ser más útil a sus semejantes.




domingo, 12 de febrero de 2012

DEL LIBRO “LA MASONERÍA EN LA LITERATURA” DE OSCAR AGUIRRE GÓMEZ


Por Iván Herrera Michel

A los Masones colombianos, el fin y comienzo de año 2011/12 nos sorprendió en medio de una “fraternal” trifulca en el norte del país que involucró a tres Grandes Logias, una Confederación nacional de ellas, otra internacional, y a dos Supremos Consejos del REAA, peleándose por temas como regularidad, territorios, Masonas y reconocimientos, e inundó el Internet, los correos electrónicos y los teléfonos celulares, con expulsiones, prohibiciones, cierres de Logias, comunicados, pronunciamientos, “silencios cómplices” y acusaciones mutuas subidas de tono, en una contienda absolutamente estéril para la Masonería y la sociedad.

Oscar Aguirre recibiendo la Copa Miguel Álvarez de los Ríos,
otorgada por el  Parnaso Literario
En medio de la febril barahúnda, llegó a mis manos el libro “La Masonería en la Literatura”, que constituye la más reciente publicación del Masón Oscar Aguirre Gómez y una seductora oportunidad para refrescarnos con una visión más constructiva de los diferentes alcances que ha tenido (y sigue teniendo) la Masonería y los Masones. El libro se puede adquirir escribiendo al autor al correo electrónico: oscar.aguirre.2007@hotmail.com

Recuerdo que conocí a Oscar Aguirre en el año 1997, en el marco de un encuentro nacional Masónico que se celebró en el Hotel Soratama, de la ciudad de Pereira, Colombia, ubicado frente a la estatua del Bolívar Desnudo, de Rodrigo Arenas Betancourt, en la céntrica plaza que lleva el apellido del libertador.

En esa ocasión, captó mi atención un libro de relatos cortos de su autoría de apenas 119 páginas, recién publicado, titulado “El Viejo Baúl” que ya había terminado de leer cuando regrese a casa. Igualmente, comenzaba Oscar Aguirre a publicar, fruto de un solitario esfuerzo personal, la revista “Iris – Una Visión de la Cultura” dedicada al arte, la literatura y el cambio climático.

Desde entonces, mucha agua ha corrido bajo el puente y hoy estamos frente a un galardonado y prolífico escritor “pereirano que nació en Finlandia (Colombia) y vive en Dosquebradas” que ha publicado cuatro libros sobre la Masonería, nueve libros de arte, poesía e historia, la revista “Iris” va por la edición 53 de su quinceavo año, la revista esotérica “Magister” que ya lleva ocho números, la “Gaceta Bolivariana” que va por el doceavo, y posee ocho obras inéditas. La verdad, es que son pocos los Masones en la historia de Colombia que pueden mostrar en su haber semejante producción intelectual.

Leída “La Masonería en la Literatura”, comenzaré diciendo que no se limita su contenido a ser una buena fuente de consulta sobre la presencia de la Orden y sus miembros en la literatura en prosa y en verso en Colombia y el mundo, sino que extiende su trasegar a la música clásica, la arquitectura, y la historia de la Masonería desde 1717, culminando con tres narraciones y siete poemas propios de impecable factura.

IPH:. José Stevenson Collantes
Dedica la obra casi noventa de sus 258 páginas, a una serie compendiada de biografías de personajes Masónicos nacionales e internacionales, que me ha recordado gratamente el libro “Perfiles Masónicos” que en el año 1999 publicó en Barranquilla el intelectual y Masón José Stevenson Collantes, y que yo tuve el honor de prologar.

Ahora, frente a una reseña de la “La Masonería en la Literatura”, puedo escribir nuevamente, como en aquel prólogo, que el libro “… es una oportunidad valiosa para seguir el hilo conductor Masónico que guía las vidas destacadas de los Masones ilustres que en él se incluyen. Buscando el sentido oculto del fenómeno ideológico llevado a la práctica cotidiana. Y como en los buenos cuentos, encontrar la moraleja de unas vidas dedicadas al honor, al saber y a la virtud.”

En mi opinión personal, el mensaje central del libro invita a retomar la senda trascendente que se ha perdido en amplios sectores de la Orden, por las inútiles confrontaciones internas de sus miembros.

O sea, que es un es un libro muy oportuno.