lunes, 3 de agosto de 2009

EL PUNTO CRISTIANO DEL RITUAL MASÓNICO


Iván Herrera Michel, 33º


Me sorprende un Masón recién Iniciado en la Orden, con la observación que ha hecho acerca del lenguaje común que comparte la Masonería con las diferentes corrientes cristianas, en especial con la católica. Preguntándome de paso, cuales son los verdaderos puntos de contactos entre el cristianismo y la Masonería, si se trata de pura y simple semántica que las dos instituciones se han interpolado mutuamente a lo largo de los últimos siglos, o si solo es el deseo de algunos Masones cristianos de conciliar y complementarizar las dos propuestas.

No es una inquietud fácil de despejar en pocas palabras, puesto que, reconocido, en aras de la verdad, que existen términos comunes, entre la Masonería y las religiones cristiana, musulmana y judía, correspondería mirar más allá de lo anecdótico y casuístico por que y en que condiciones se ha presentado el fenómeno.

En lo primero que hay que insistir, es en que la inquietud del Aprendiz que me interroga surge en una sociedad occidental en donde la Masonería coexiste y se relaciona de diferentes maneras con diferentes modalidades cristianas desde hace varios siglos. La formulación posiblemente sería otra, si, por ejemplo, surgiera en una nación mayoritariamente budista. Al fin y al cabo, somos hijos de los tiempos y las geografías.

La Masonería moderna, llamada “especulativa”, para diferenciarla de la “operativa”, tiene como textos fundacionales guías las Constituciones de Anderson de 1723, que fueron redactadas por un Pastor anglicano y otro presbiteriano, a partir de antiguos normativas de los gremios de obreros de la construcción fuertemente inmersos en la cristiandad del Medioevo y el renacimiento.

A decir verdad, solo un documento atribuido a la Masonería previa a la de 1723, dado a la luz pública en París en 1523, contiene una clara alusión a la separación de la religión y la filosofía. Pero este documento no surgió de un gremio de obreros de la construcción (Masonería Operativa), propiamente dicho, sino de una organización más, dijéramos ahora, “especulativa”.

En estas condiciones, era muy difícil que esas Constituciones de 1723 no estuvieran vigorosamente impregnadas de cristianismo.

No obstante lo anterior, la catolización del ritual Masónico solo se da en Francia a partir de los años 1740s, a propósito de la Gran Maestría de Luis de Clemont, para señalar ciertas expresiones de hostilidad hacia el protestantismo, aunque de forma solo momentánea y superficial.

La introducción de un nuevo vocabulario utilizado (Orden, Capítulo, Venerable, Liturgia, etc.), contiene más una imitación monástica que una verdadera intención religiosa. La presencia de la Biblia en diversas ocasiones es contemporánea con los primeros usos de la Masonería “especulativa”, pero el hábito de abrirla en el prólogo del Evangelio de Juan, como al final de la misa católica, es típicamente francesa.

Todos los indicios muestran, al contrario, que en la Masonería francesa de finales del siglo XVIII, se presenta un carácter filosófico y moral que diluye las obligaciones basadas en dogmas religiosos. La presencia de la Biblia es una referencia y una evidencia para los creyentes, pero no tiene los mismos efectos en los indiferentes y los incrédulos. En realidad, se observa como a lo largo del siglo XVIII van decreciendo los rasgos más religiosos hasta que finalmente están poco presentes en los rituales franceses de 1786, lo cual se observa claramente en la literatura relacionada con la reconstitución del Gran Capítulo General de Francia del Rito Francés.

Todo esto va siendo influencia de la descristianización de amplios sectores de la sociedad en el siglo XVIII, que llevó a la iglesia Católica a incesantes acciones de recristianización en el siglo XIX. Muchos sectores de la Masonería no fueron ajenos a estos flujos y reflujos religiosos. Ni entonces, ni ahora.

Este afinamiento de una filosofía ilustrada, impregnada de racionalismo, con tonos que evocan el deísmo teofilantropico, contribuye ciertamente a modificar la concepción de los Masones en sus Logias.

La influencia del Siglo de las Luces se sobrepone así a la continuidad de la referencia al Templo de Salomón, objeto de inspiración e imitación, y también a la idea que se tiene de la antigüedad clásica, fuente de la belleza, la virtud y la sabiduría.

En las Masonerías fuertemente influenciadas por un contexto social cristiano las interpolaciones semánticas no coinciden siempre en el sesgo. Por ejemplo, en la tradicional estadounidense el puritanismo anticatólico es evidente, sobre todo en los altos grados del Rito Escocés Antiguo y Aceptado. Y por el contrario, en aquellas naciones en donde el catolicismo ha sido dominante esta influencia inclina la balanza hacia la teología católica, aún cuando se presente un cierto anticlericalismo. Por su parte, en las Masonerías con un fuerte acento racional, la terminología común permanece, pero se deja su contenido a la libre interpretación de sus miembros.

Para la Masonería liberal, las cuestiones religiosas se dejan al juicio y la conciencia individual de cada Masón y Masona, y para las que se siguen por referentes anglosajones, el tema de la religión está proscrito de sus deliberaciones junto con el de la política.

Sin embargo sería un error histórico considerar la cristianización del Ritual Masónico como solo inherente a la Masonería que se cierne en la Francia del siglo XVIII.

Es un hecho muy conocido el que la Masonería Obediencial nace en la Inglaterra de los años 1717 – 1723, aunque posee antecedentes especulativos en Escocia e Irlanda con anterioridad a esa fecha.

En Irlanda, por ejemplo, cuando en 1730 son publicadas las Constituciones de Pennel, ya se menciona el Grado de Maestro que no estaba en las de Anderson de 1723. Y cuando los inmigrantes irlandeses en Inglaterra (en su mayoría católicos) crean en 1751 – 1753, con los antiguos usos irlandeses, la Gran Logia que luego se conocería como la “de los Antiguos”, recrean el Grado del “Arco Real” que era desconocido aún por la Gran Logia fundada en 1717, conocida como la “de los Modernos” y de mayorías protestantes y anglicanas.

En resumen, y sin profundizar en este escrito sobre el origen y característica del Grado del “Arco Real” irlandés, cabe resaltar que en sus dos versiones contiene, ya sea la Leyenda de Zorobabel o la de Josias. Es decir, que se trata de un Grado vetero – testamentario, como puede ser concebida en términos generales la inspiración de la Leyenda de Hiram, igualmente en cualquiera de sus dos modalidades.

Cuando en Inglaterra, en 1813 se unen las dos Grandes Logias de “los Antiguos” y “los Modernos” es la primera la que impone su sello característico aunque se descristianiza un poco los rituales.

Por lo tanto, hay que reconocer que, en resumen, tienen mucha razón los que hablan de una impregnación cristiana de la Masonería o de una cristianización parcial del lenguaje a partir del siglo XVIII. Pero no hay que olvidar que en las influencias de los tiempos, algunos aspectos de la cultura religiosa, o la purificación por el fuego y el agua en la ceremonia de Iniciación, por ejemplo, no provienen de una intención religiosa. Algunas prácticas de los banquetes, en ocasiones, o apartes de textos que parecen discriminar a los protestantes y judíos también han sido actos pasajeros.

Todo este bagaje histórico de presencia en la Masonería de elementos católicos, protestantes y anglicanos, hace que se observe en la mayoría de sus rituales una tintura inconfundiblemente cristiana en su semántica.

No obstante, de lo anterior no se puede inferir que la Masonería compite con las iglesias judías y cristianas, o musulmanas, en experiencias o practicas religiosas, sino que contiene en su seno la diversidad civilizacional occidental.

Y en ese orden de ideas, no resulta ser competencia ni opción contraria a ellas, como a veces se ha entendido sin razón real alguna, porque la Masonería es otra cosa y se debe a fines muy distintos.